anécdotas de la Pinilla
Marieta coge el autobús y consigue sentarse. Un hombre que va de pie a su lado, se le viene encima cada tanto cuando el vehículo frena, y murmura un “disculpe” soso. Falta que sea un depravado, piensa. Ahí va otra vez, ahora le tocó la mano. Ansiosa por llegar, mira su muñeca, no está el reloj. Fuera de sí comienza a golpearlo con su bolsa “Ladrón, dame el reloj!”
No para de gritar y darle golpes, el hombre, violento, intenta escapar pero ella se cuelga de su cuello “dámelo asqueroso”. Él, desesperado, forcejea con sus propias manos, le entrega el reloj y huye aprovechando una parada. La anciana se desploma exhausta, aprieta el puño que guarda el reloj y no lo suelta hasta llegar a casa donde le cuenta todo a Paco “… no quería dármelo”, repite. “Claro mujer, cómo iba a querer dártelo si era suyo. El tuyo te lo has dejado sobre la mesa de noche.”
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andar
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