No importa cuánto una se aleje, el alma se queda
muchas veces en algunos sitios. Aun en aquellos que son en apariencia intrascendentes, aunque este no sea el
caso.
Fue un dos de febrero cuando nevó en Río de Janeiro. En
medio de un verano lluvioso, cayó una nevada rotunda sobre Copacabana. La playa
invitaba, como siempre a caminar, siete personas deambulaban descalzas sobre la
arena. Perplejas miraron caer los copos blancos, primero sobre sobre las rosas
dispersas en la costa, después sobre la desnudez de sus piernas. Los veía desde
la ventana del décimo piso, mientras la música y el vino penetraban mis vísceras.
El calendario gritaba que era verano, pero un verano que podría contener todas
las estaciones de todos los planetas, nevaba también sobre las cuerdas del chelo. Él dormitaba en el sofá, vagando en la
espesura del amor y el alcohol. Sobre la mesa, el portátil encendido, un poema
y una copa a medio acabar.
Río es una de las
ciudades que a veces te atrapan y no te dejan ir nunca más.También una ciudad
que alguien elige para enamorarse o para retirarse en la vejez y ocupar las tardes
vacías en rastrillar la playa con un detector de metales.
Loca y desnuda
noche de estío escribió Whitman
Loca y nevada noche
de estío…en Río.