Se han ido acumulando algunas
cajas en el pasillo que no me decido a colocar en ningún sitio. Flechas envenenadas
en la casa, según el feng shui. Hace algunos días, me ha golpeado un
murciélago, mientras iba en moto se estrelló en mi pecho, esto fue después de
que una abeja se metiera en mi ojo, no veía casi, pero sentía la chaqueta
impregnada de los restos pringosos del vampiro. Me puse a bailar para olvidarme del roedor y de una emoción anudada que
por momentos me provoca un malestar intenso, sacudir un poco la melancolía que
me ha ido tomando sin prisa ni pausa, me apunté a clases de hip hop y de
flamenco todo para comenzar lo antes posible. Al día siguiente una niña
histérica montó un follón a su madre en la consulta del dentista y para que su
violencia no impregnara todo, la toqué, con intención de calmarla. Parece que
algún daemon se me ha pegado también en ese momento, porque al día siguiente,
me doblé el pie mientras hacía la rutina de ejercicios, un dedo quedó
enganchado en la esterilla e hizo un ruido seco, un latigazo de dolor confirmó
que se ha roto. Roto y morado, canceladas las clases de hip hop y demás.
Tumbada boca abajo en el suelo, lloré. Al ponerme de pie, me sentí más alta, por
lo menos cinco centímetros, como si las lágrimas me hubieran expandido. Pasó el
mediodía y luego la tarde, me fui a dormir temprano.
Por la mañana, vendé bien el
dedo, me puse calcetines impermeables y fui cojeando al mar. Nadé un ratito, al
volver a la orilla me abrí la mano con el filo de una roca. Otra vez en casa,
me curé y me pude guantes para fregar los platos, un vaso se rompió y con él, el
guante, total que me clavé un cristal en la mano sana. Abrí la puerta y le ordené
a los espíritus que se fueran. Cogí un palo y deslicé las cajas hasta la salida.
Soy la abeja y el murciélago,
la esterilla, la piedra y el cristal.
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