No coges el teléfono en todo el día,
no hay nada urgente para hablar con
nadie. Te sientas en el sofá, luego te tumbas, piensas demasiado y decides
parar. Meditas, pides al universo, inspiración, dinero, bienestar y un amante divertido y joven. Dormitas un rato.
Bajas a la playa, buscas tu piedra,
te das un chapuzón. El agua está fría, pero la salida es sublime.
Pones música, revisas el correo,
lees, miras un documental sobre experiencias cercanas a la muerte. Comes algo y
bebes una poción mágica. Bailas, te masajeas la cara, espías de tanto en tanto
por el balcón para ver si pillas la puesta de la luna.
Otro festivo para estar anclada y
mirar el mundo desde dentro, mientras algún turista pasea por ahí fuera. También podrías
ir a casa de Nico y pasar el rato mientras las chicas se emborrachan, salir con
el grupo a la calle, entrar en un latino del west end y varias veces durante la
noche, preguntarte porque no te has quedado en casa escribiendo cursiladas.
Ese constante deseo de estar haciendo lo que has elegido no hacer, de estar en todos los lugares a la vez.
ResponderEliminarMe suena.
Un saludo :)
El día tendría que ser más largo!!
ResponderEliminarBienvenida, amiga
Abrazo enorme!