Entré a la cala por las
rocas, metí un pie en el agua, apoyándolo en una piedra cubierta de anémonas
con intención de lanzarme a nadar, pero algo me cogió el pie y se enlazó en mi
tobillo, un pulpo que no parecía querer soltarme, me miraba con los ojos bien
abiertos y aparentaba sonreírme, simpático. Me quedé un rato sintiendo el abrazo de
los tentáculos hasta que nos despedimos antes del chapuzón.
La única hamaca libre,
estaba encerrada entre un par de sombrillas, muy cerca de una pareja tumbada sobre dos toallas,
Necesitaba leer mientras trabajaba, por lo cual me senté ahí. Él estaba en plan
relax total, recién se conocían, tal vez habían ligado el día anterior, ella resonaba como una cotorra en constante cacareo, mientras me acomodaba y cogía el libro y
las gafas, me enteré del pleito con su ex marido por el piso donde vivían y que
por supuesto ella defendió a cal y canto, habló de los entresijos de su
hipoteca, de la estafa emocional sufrida durante años, de cuanto paga de luz
según que mes, del tironeo de ambos padres por el niño. Todo esto se lo contaba
a diez centímetros entre una cara y la otra, sentada en la toalla de al lado,
inclinándose un poco sobre él, que mantenía los ojos cerrados la mayor parte
del tiempo, quizás para no marearse con tanto ademán o tal vez intentaba
dormir. A ella le daba igual, no podía dejar de escucharse.
Al cabo de un rato seguía sin
poder concentrarme, el ruido era perforador, se me escapó un joder un poco alto, ambos me miraron durante medio segundo,
ella siguió. En un momento, en que paró para respirar, él quiso abrazarla intentando
atraerla hacia su toalla, pero ella rehuía el abrazo, dijo no cuando él mencionó la palabra cariño, que... no estoy yo mucho para eso, y continuó con una retahíla de medidas preventivas para no engancharse con nadie, que no tenía tiempo. Él insistió, que si unos mimos
nos vienen bien a todos para relajarnos, cerré el libro y me metí de lleno en
el cuadro de las toallas. El chico no estaba mal, la cabeza rapada le daba un
toque intelectual, hablaba en un tono agradable, con acento rioplatense
Me deja perpleja pensar
cómo semejante cacatúa había ligado con un tío aparentemente potable y ansioso
de mimos. Y yo, que llevo en mí a un hada grácil y sensual, no ligo nada mejor
que un pulpo y cuando lo hago, son raros ejemplares que no están en plan de
pasarla bien, sino de guarecerse bajo la protección de la doctora amor y
llorar sus desventuras. Me sentí hermanada con él, al parecer, los dos buscamos el disfrute por análogos senderos errados. Ambos pagamos un rato de sexo con
interminables horas oreja. Se me ocurrió que si nuestras miradas se cruzaban otra vez,
podría encontrar la manera de sugerirle que dejar a su disonante compañera e
invitarme a mimos, prometía ser divertido. Él intentó hablar de la luna llena, un
lunático, como yo misma, un alma gemela. Lo amé, amé su rostro inexpresivo y su
hambre de contacto humano; su deseo, su impulso de arrancarle caricias a la
vida, eran también míos. El sexo impera bajo el sol de julio, ese tío y yo
rezumamos sexo, sus feromonas y las mías eran un todo. Empecé a hiperventilar, el
aire se me atragantaba en algún sitio, pensé en el amante distante que en algún
momento de su día, me desea, me mudé a la dimensión de nuestros furiosos encuentros.
Si este calvo intenso me mirara.
Pero no volvió a mirarme, a pesar de estar en frecuencias acordes, su ser discurría entre intentar
dormir o convencerla de que calle y se pegue a él.
Ahora, si todos somos un
fractal de un todo infinito ¿en que recónditas memorias de otras vidas, mora la pájara que también es parte de mí? ¿Qué podía hermanarme con ella? A cuántos
cerebros habrá calcinado esa parte, en otro tiempo?
Jajajaja, me encanta como has contado la escena de la cacatúa y el calvo. Me la imagino tal y como la has dibujado con tus letras. Y bueno, un abrazo... es un abrazo, después de todo. Más suerte para la próxima vez, cuentera.
ResponderEliminarMil besitos, para tu sábado.
Gracias, compañera!!
ResponderEliminarSí, no estuvo mal el abrazo, ja ja.
Besos, guapa!!