El año acaba. Han metido a niños palestinos vivos en congeladores, sólo por torturarlos, los muertos van a fosas comunes, son muchos, algunos caen vivos, los aullidos de un padre me quiebran los oídos. A los que se manifiestan para que dejen de matar, les llaman terroristas.
Un
grupo de piadosos creyentes se juntan a rezar para que tres o cuatro
políticos no sean perdonados. Por la masacre de niños nadie reza. Ni los
piadosos católicos, ni los animalistas, ni los del lenguaje inclusivo.
En
Irlanda un temporal de xenofobia ha hecho estragos.
Un
psicópata con motosierra arrasa con la vida de los sureños que le han elegido.
Ahora pasan hambre porque no cumple lo prometido, compraron a un desquiciado y semanas
más tarde se desgarran.
Tengo
unos pies pequeños, unos brazos fuertes, una mente lúcida, creo. Me siento inútil
ante tanta demencia. Si usáramos la creatividad para revertir las cosas, seguramente
podríamos hacer algo. No queremos enterarnos del poder que aún tenemos, por lo tanto,
no lo tenemos.
La gente se prepara para Navidad.
La desidia, la ignorancia y la hipocresía son los enemigos más
poderosos.
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