Había pasado un par de semanas en
Brasil. Se tumbó días enteros al sol, leyó varias novelas, tomó incontables
mojitos. Pero echaba en falta un rollo veraniego. Cada tarde veía salir del
agua a ese nativo imponente, con sus hermosos brazos cargados con la pesca ¿qué
le había impedido intentar un acercamiento? En estas situaciones era cuando sentía
que su tiempo, sus días dorados habían quedado atrás. Para la última noche
preparó con aquellos amigos temporales que conoció en la posada un luau, justo coincidía con la luna llena,
encendieron una gran hoguera prepararon tragos explosivos y comenzaron a beber antes
de la puesta de sol. Cuando cayó la noche estaba totalmente borracha, fue
entonces que el pescador y sus amigos pasaron cerca de la hoguera y ella los
invitó a que se acercaran, qué pena que la cabeza ya le pesaba demasiado y un
malestar ascendente se generaba en su estómago, cuando el chico se sentó a su
lado con la intención de ligar, ella lo miró, pero tuvo que girar la cabeza con
urgencia para no vomitarle encima . En la nebulosa etílica comprendió que lo
había perdido.
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Cuando se deja pasar el momento adecuado hay que tener mucha suerte para volver a tener oportunidad.
ResponderEliminarCarpe diem, así es Guille.
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