Las farmacias son tan asépticas como impersonales, tal vez es un intento de ocultar
todo indicio de enfermedad, que parece no estar allí, aquello que se oculta en
algún rincón de las estanterías, sin llegar a alterar la sonrisa aséptica de la
farmacéutica. Es lo que no se nombra para no mancillar el entorno apacible y
blanco de la botica. Los dependientes de las farmacias suelen ser eficientes e
impolutos, aparentando estar más allá de lo enfermo y desagradable. La enfermedad desnuda, con todas sus miserias allí no existe.
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