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11 ago 2013

reciclaje


He recuperado mi casa después de tenerla alquilada un par de semanas, vuelvo a deambular  feliz, desnuda y descalza. Gipsy  King canta en el hotel de aquí al lado, desde donde llega la fuerza de su voz y el palmeo flamenco. En la nevera encontré una botella con un poco de vino catalán, lo dejaron los inquilinos japoneses que se han ido ayer, me serví  media copa, le eché un poco de limonada y resultó un tinto de verano, es la misma marca que compraba cuando vivía en Barcelona y comenzaba a enrollarme con David, luego me pareció un mal vino, al tiempo que David dejó de atraerme y decidí no comprar más productos catalanes, algunos de los cuales comenzaron a caerme gordos por fanáticos. Quizás la parejita que habitó mi casa habrá bebido este vino encantada, tal vez tengan que pasar años para que comiencen a ponerle pegas al recuerdo del tinto del Penedés, cuando ella posiblemente recuerde que durante la cena él habló tres veces con su madre por el móvil, o que después de esa noche maravillosa, el amante despertó con mal aliento y mantenga ese dato como el principio del fin, o  quizás sea él quien la inmortalice con horror como la noche en que ella buscaba en la cocina palillos para mondarse los dientes, o que fue entonces cuando la descubrió fingiendo un orgasmo. Y sin hilar tan fino, se podría  pensar que alguno de los dos o ambos, recordará esa velada con nostalgia de cuando eran hermosos y despreocupados.

De quién o de qué tenemos nostalgia? Quizás echamos de menos las ilusiones, ilusiones de cosas importantes o tonterías que nos han hecho ilusión en su momento. Por ejemplo Gipsy King, cuando lo escuchaba y bailaba con sus canciones allá en el Atlántico sur, era para mí impensable que algún día lo disfrutaría en vivo tumbada en el sofá de casa, y sin embargo cada jueves está aquí metiéndose en mi vida a la hora de la cena. Aún con esta cotidianidad, el grupo gitano no ha perdido para mí la magia (sólo que al escucharlos hoy tal vez eche de menos la época en que los escuché por primera vez) en cambio sí lo han hecho los catalanes y David. También podríamos sentir nostalgia de la solidez de algunas ilusiones que para otros permanecen intactas, mientras caducan con celeridad en nuestro micro mundo.


Hace algunos días descubrí que me gusta Bruno, por jugar, porque es muy, pero muy guapo y porque hasta ahora nunca tuve un rollo con un tío casado (si lo he tenido no lo recuerdo o no me enteré en su momento) y me apetece probar algo diferente, y por una vez no tener que escuchar la frase de que podríamos pensar en compartir algo más que los ratos libres,  si él mañana se enamorara de mí al punto de querer pasar a mi lado más tiempo del que implica algún encuentro furtivo, le sugeriría volver rápidamente a su casa. Quizás ya esté sintiendo nostalgia de Bruno, que no está enterado de mis intenciones de enrollarnos.

7 comentarios:

  1. Genial AMIGA.......esas nostalgias que mantienen vivas las ilusiones de aquello que fue maravilloso y el recuerdo se encarga de mejorar,esas nostalgias que hoy ponen un brillo en la mirada,el mismo brillo de esas épocas imposibles de dejar en el arcón de los recuerdos,esas nostalgias que para eso están,para movilizar y en endulzar éste presente,aún joven..............

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  2. T e dejo un saludo interesante el rutero de tus pensamientos...
    la vida es un eterno fluir...

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  3. Pobres japos, vaya futuro les pintas :)
    ¡Nunca renunciaré a un buen vino por el recuerdo de una mujer!

    Bss

    P.D.
    Aprovecho para despedirme, ya que sé que no soy bienvenido... soy catalán.

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  4. Eh.. no exagerar chico, he dicho sólo algunos, los que se empeñan en ser antipáticos, y tu no lo eres. Además aquí todos son bienvenidos.

    Abrazos!

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  5. Me gustó tu estilo. Te sigo leyendo.
    Gracias por sumarte a mi blog.
    =)

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  6. es un regalo leerte.
    besos de catalán y de david.

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