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25 mar 2020

Los días en todos fuimos monjes


Desde esta casa que no es la mía sino el sitio donde me ha pillado el confinamiento, escucho sirenas con una frecuencia ascendente, veo una ciudad desierta mientras convivo con un gato melancólico que echa de menos a los habituales moradores. Primero pensé que era mejor quedarme aquí sola porque tenía gripe y nunca se sabe, para qué exponer a mi familia que estaba pasando unos días en mi casa. Ya estoy bien, pero la idea de volver a una casa que continúa  llena de gente y donde tendría que permanecer sin escapadas, me dio cierta claustrofobia y me quedé, de paso, les resuelvo el tema del gato.
Dicen que cada cosa en la vida sucede con un propósito. El motivo de esto, según la teoría que más circula es el de la guerra bacteriológica, una conspiración de los grandes ya prevista desde hace tiempo. Así es, ni bien se instaló la peste, muchos se apresuraron a denunciar la guerra bacteriológica. Bill Gates lo había sugerido ya en 2015, un escritor americano, incluyó el virus de Wuhan en una reedición de su novela en 2008 y un vídeo del 2010, llamado la misión anglosajona, describe la pandemia con lujo de detalles.
Por lo demás, cada cual vive en su propia peli. Unos cantaban en los balcones y aplaudían a los sanitarios, hasta que llegaron los chinos y dijeron que eso era una inconsciencia ante un virus que se propaga por el aire. Al parecer, los chinos han venido a ayudar, porque son los que lo tienen más claro, ya que el virus fue generado por ellos o para ellos, según la versión que más nos resuene. Otros se quejan de que los niños necesitan salir, un universo de contradicciones, las mascotas sí que pueden ser ventiladas, los humanos, no. Y luego están los ilusos, que piensan que en un mes todo volverá a ser como antes. Claro, cómo no, si lo ha dicho el gobierno.
En las redes hay tutoriales para todo, hasta para masturbarse terapéuticamente durante el confinamiento. Tutoriales y publicidad indeseada. Hasta hace algunos días solían aparecer anuncios del estilo de solteros en tu ciudad, la verdad es que nunca he creído en el tema de las relaciones virtuales, no me causaban ninguna gracia esos anuncios. Pero ahora, desde que comenzó la epidemia, solo aparecen publicidades de funerarias o de cómo hacer para no pagar un entierro. Que vuelvan los solteros.
Replegados en casa y saliendo a comprar con mascarillas, pobres, sin trabajo, y cuando todo se termine, saldremos a la calle con miedo al aire puro, a la miseria y más miedo a la libertad que nunca. Una infinita sucesión de miedos.  La verdad es que al cultivar la soledad y la incertidumbre desde siempre, este aislamiento no me mueve un pelo. Las calles y las playas están vacías como siempre las he soñado, sólo que no puedo disfrutarlas. Nadie puede.
Lo que en un punto se me atraganta es la imposición, el paternalismo policial. Una película que creo haber visto ya en algún otro sitio. También me repele el culto ciego a unos medios cada vez más burdos e ineptos.  Como suele suceder con las crisis, donde salen a relucir los dones y vergüenzas del ser humano, algo muy frecuente en situaciones de este tipo, es que en general cuando más años suma la gente, más terror tiene de desaparecer. Siguen con morboso fervor, el conteo de los muertos y tiemblan, acusan al que se atreve a darse una vuelta por un parque solitario, denuncian, reverencian a sus pantallas. Ya lo escribió Orwell hace casi setenta años y hoy  todo es tal cual lo muestra en su obra. Aunque he  estado intentando no emitir juicios, porque cada cual lleva sus propios ritmos y elecciones, no lo he logrado. No puedo evitar indignarme al ver lo patéticos que se han vuelto muchos de mis contemporáneos, esclavos de sus demonios, sus miedos y sus miserias, identificándose con sus cuerpos cada vez más enclenques, intentando cualquier cosa, menos reconocer la profunda ignorancia en la que habitan. Se resisten a quitarse sus estúpidas máscaras y sufren, les encanta sufrir, regodearse en su mierda. Afortunadamente, muchos jóvenes aprovecharán esta noche oscura para iluminarse.
De varias maneras, este cataclismo depura el planeta y nos obliga a muchos a hacer limpieza profunda. Por mi parte, limpiaré mis gafas, me alejaré de los amargos para siempre, confirmaré que hay espejos en los que definitivamente no querré reflejarme jamás. Beberé, como un joven colibrí el néctar de la vida, que cada día es un regalo.

5 comentarios:

  1. Muy de acuerso contigo amiga....la ignorancia nos paraliza y cada uno con su curiosidad despertando a conpiraciones que hasta hace un tiempo solo eran campo de películas de ciencia ficcion. En mi interés por no mirar hacia otro lugar quiero resolver mu hos enigmas que forman parte de este puzzle: IA, 5G, vacunas, chips, virus, familias de oligarquías hegemónicas, estados inoperantes, reseteo y recesión econó.icas, nuevo orden mundial......un beso grande

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  3. Es tal la profusión de información de toda índole sobre la pandemia, y tan alto el número de bulos, que estoy empezando a ni creer ni prestar atención a nada. Los plazos del gobierno son evidentemente prorrogables y no sabemos cuándo y dónde estará el final.
    Un calmo abrazo.

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  4. Un abrazo también para ti, Francisco! Y, hoy más que nunca leer poesía será más nutritivo que cualquier "información"
    Gracias!

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