El inquieto, ese que hace que no dejemos de movernos, ni
de fruncir el ceño
El que llega inoportuno y terminante, después de una
noche en blanco
El profundo, en medio de las siestas soporíferas del
verano, del que vamos saliendo sin saber
dónde estamos, ni si es de día o de noche
El que llega
repentino después de una jornada de agotamiento, cuando abandonamos el cuerpo tumbados en el sofá
Ese que al despertar nos deja algún fantasma moviéndose
entre las sábanas, que se levantará con nosotros y nos acompañará un rato en la
rutina diaria
El que nos sorprende abrazados a otro cuerpo y nos
envuelve a ambos, guiándonos en el viaje onírico como si de uno solo se tratara.
Y no es cuento, Cuentera, es una verdad empírica que todos hemos vivido, pero que no todos sabemos expresarlo con tan buen gusto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Y otro abrazo para ti, Fran!!!
ResponderEliminarDulces sueños!! Je je